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martes, 22 de marzo de 2011

CONFESIONES DE UN DROGADICTO: "YO CORRO"

Lo confieso, yo corro.

Empecé hace unos años, sin pensarlo, por probar algo nuevo, experiencias nuevas, sensaciones nuevas, no sabía lo que hacía. Empecé con mi hermano, una o dos veces en semana, pocos kilómetros, trotando, pensábamos que solo hacíamos ejercicio, ponernos en forma, pensábamos que no iríamos más allá, que  correríamos de vez en cuando, poquito, y con eso nos bastaría,  al igual que el que solo toma unas copas no piensa en probar ninguna cosa más.

Pero al poco nos cruzábamos con otras personas que corrían como nosotros, eso suponíamos. Tras varias semanas, solo trotando, a veces subiendo un poco el ritmo, solo un poco, y quizás tres o cuatro tardes semanales, nos dimos cuenta que casi siempre eran los mismos los que nos saludaban al pasar corriendo, no pensamos nada malo, eran como nosotros.

Un día alguien nos preguntó que si corríamos en las carreras populares - ja, ja, ja, que va - dijimos riendo, como si solo el pensarlo fuera ridículo. - Nosotros no, solo corremos un poco por estar en forma, nada más. - Pero días más tarde nos entró la curiosidad y empezamos a buscar qué era eso de las carreras populares. Vimos que había una cercana, nada importante, ocho kilómetros, total, ya hacía semanas que no corríamos media hora, sino hasta cincuenta y sesenta minutos, esos ocho kilómetros no suponían ningún riesgo... Así que nos apuntamos, por curiosidad, por probar sensaciones nuevas, experiencias nuevas, por conocer aquello que algunos hacían los domingos por las mañanas, temprano.

Y así fue como el domingo siguiente, a las ocho y media de la mañana, estábamos con nuestra camiseta y nuestras zapatillas baratas, no muy caras, al menos, zapatillas de corredor ocasional, sin pretensiones. Lo reconozco, nos sorprendió el ambiente desde el principio, nos cautivó el entusiasmo de los corredores, el olor a Reflex, a vaselina, ver a familiares acompañando a los que corrían, mujeres, niños, mayores. Nos sorprendió la amplia gama de tipos de corredor: jóvenes y viejos, delgados y gordos, mujeres, algunos con camiseta de tirantas, algunas de otras carreras pasadas, calzonas cortas y zapatillas caras. Otros, como nosotros, camiseta de manga corta, culotte y zapatillas baratas. No advertimos entonces, o quizás sí, no lo se, que la adrelina empezaba a correr por nuestro cuerpo mientras esperábamos ya ansiosos el pistoletazo de salida. Pero sí nos fue evidente la sensación de bienestar cuando empezamos a correr y, sobretodo, la euforia al llegar a la meta, de los últimos, pero cumpliendo el objetivo marcado. Fue todo muy natural, como aquel que un día de copas, se fuma su primer cigarrillo.

Tras esta primera experiencia, y sin darnos cuenta, algo fue cambiando, ya entonces hubo quien nos advirtió sobre lo que estábamos haciendo, pero nosotros le quitamos hierro al asunto, solo eran una carreras muy cortas, como si fuera un día más para sentirnos en forma... Mentíamos. Como aquellos que creen que fuman poco y que lo pueden dejar cuando quieran se mienten a sí mismos y a los demás.

A escondidas, sin decirlo a nadie, buscábamos con avidez una carrera para el siguiente domingo. Entre nosotros ya no hablábamos de salir a correr un poco cada día, sino de ir a entrenar, incluso siguiendo planes de entrenamiento precisos que buscamos en internet. Empezamos a reconocer a los que eran corredores habituales de los que solo corrían por estar en forma, despreciando a los que iban en chandal o con zapatillas malas, porque nosotros ya habíamos comprado unas zapatillas para corredores habituales, más caras, no mucho, lo suficiente para entrenar mejor... entrenar. Ahora se que entonces ya estaba "enganchao", ahora reconozco que fueron los principios de mi adicción, tal vez entonces también me diera cuenta, pero no me importaba, corría porque me gustaba. Como aquel fumador que, cuando lo piensa sinceramente sabe que es adicto al tabaco, pero ¿y qué? fumo porque me gusta fumar, eso se dice a sí mismo.

Poco a poco, las carreras de las mañanas de los domingos se convirtieron en un ritual cotidiano, habitual, necesario. Cada vez eran más kilómetros, más desafío. En aquella época ya buscábamos a corredores en cualquier sitio. Ya no íbamos solo, sino que se nos unió nuestro primo, un amigo, algunos conocidos de vez en cuando. Las conversaciones giraban siempre sobre carreras, entrenamientos, camisetas, zapatillas, etc. De hecho, diseñamos un logo, un nombre y nos hicimos unas camisetas propias para correr como un club, extraoficial, eso sí. Como los fumadores que prueban los primeros porros de marihuana o de hachís, habíamos cruzado la línea de las drogas ilegales.


Por supuesto la adicción fue creciendo al mismo ritmo que la tolerancia a nuestra droga. Queríamos más carreras, mas kilómetros. Nos propusimos correr una media maratón, ya eran palabras mayores. Solo llegar, sin tiempo, solo llegar. Probar algo nuevo, nuevas experiencias, nuevas sensaciones. La adicción era evidente si la hubiéramos podido, o querido, ver. Se hacía patente en los entrenamientos, más serios, yo no éramos unos novatos, éramos corredores habituales, amateurs. Eran sensaciones más solidas, más fuertes, más prohibidas, era como meterse una raya de coca, habíamos cruzado una línea, otra línea quiero decir, otra más.


Una, dos, tres medias maratones y el cuerpo quiere más, el cerebro pide más. Así, un día surge la idea, la necesidad, el sueño imposible, la carrera de carreras, vamos a correr una maratón, la maratón de Sevilla. La tolerancia de nuestro cuerpo y nuestro cerebro a las carreras era total, necesitábamos más kilómetros, más adrenalina, más dureza, más entrenos... Necesitábamos una maratón. Ya no eran unas copas de alcohol, ya no era tabaco ni marihuana, ya no solo cocaína, era más aún, la heroína, y aunque entonces no lo sabíamos, cuando te pinchas la aguja manda... hoy sí lo sabemos. 


42 kilómetros y 195 metros, cuatro minutos por encima de las cuatro horas de carrera, disfrutando, sufriendo, disfrutando y sufriendo, queriendo parar pero corriendo.  Algo más de cuatro horas de lucha con tu mente. Mente que te ordena parar, que te pregunta que estás haciendo, para qué el sufrimiento, ¡para, para, para! Pero sigues corriendo, porque tu carrera, tu lucha no es con el reloj, no es con los demás corredores, tu carrera es contra tu mente, contra tu cerebro, contra tus músculos, contra ti mismo, tú eres el enemigo. Y contra ese enemigo luchas con todo la fuerza de tu mente, de tu cerebro, de tus músculos, con todo tu cuerpo, con toda tu alma. Y mientras el émbolo de la jeringa sigue bajando, inyectando en tus venas el dulce liquido que introduce a través de la aguja en tu cuerpo... la aguja manda, tu obedeces. 


Último kilómetro, últimos metros de carrera, ya se ve la meta, la gente aplaude a todos los que van llegando, ya lo notas, lo notas en tus venas, en tus piernas, en tus brazos, en tu pecho, en tu cabeza, lo notas y no hay droga mejor, no hay sustancia más potente en el mundo, ni el alcohol, ni el tabaco, ni el cannabis, ni la cocaína, ni la heroína, anfetaminas, LSD, nada, nada puede compararse con la maravillosa sensación que te ofrece cruzar por el arco de meta, pararte cuando has querido pararte... 


Nada, nada en el mundo me dio jamás la ínfima parte de la seguridad en mí mismo que me dio llegar ese día a la meta. Nada hice nunca tan alucinante como ganarle a mi cerebro, nada me hizo sentirme tan orgulloso de mi mismo, nada me resulto tan trascendente como lograr el máximo reto que jamás me propuse, nada más en mi vida me hizo ganarme mi propia admiración. 


Nada es tan emocionante como ser tu propio héroe, tu propio campeón... 


Sin embargo, lejos de acabar aquí, esa maravillosa sensación siguió creciendo y el próximo reto no fue acabar una maratón, el siguiente reto fue bajar el tiempo lo máximo posible. Así, en la segunda maratón, tras tres horas y treinta y cinco minutos se consiguió de nuevo el objetivo. Y la sed no acabó ahí y aún queremos más, más maratones, más ciudades, más asfalto, más calles, más carreras, más entrenos. Tantos que llegas a hacer sobreesfuerzos y al final tu cuerpo, tus músculos, tus articulaciones, tus tendones lo acaban pagando y aparecen las lesiones, por sobreentrenamiento, por sobredosis y lo pagas, no pudiendo correr la maratón que tenías programada, y no entrenando durante varias semanas, por lo que sufres mucho más que cuando corres y sufres corriendo, mucho más.


Pero todo merece la pena.


Ahora, tras mucho tiempo, tras muchas carreras, tras muchos días entrenando, ya sea bajo lluvia, nieve, viento, sol, de día o de noche. Ahora, reconozco que los días que no entreno, que no corro, me siento mal, engordo, estoy de mal humor, nervioso, apático, sin ganas de nada. Ahora lo reconozco, es el síndrome de abstinencia del corredor, del drogadicto, porque yo, lo confieso soy drogadicto... Yo corro.




















domingo, 13 de marzo de 2011

LA AFICIÓN HUÉRFANA (La Leyenda y el Dragón)

Hace muchos, muchos años, más de cien incluso, en un rinconcito de la Sevilla antigua, nació un equipo de fútbol. Como un bebé, al principio le costó dar sus primeros pasos, pero fue creciendo rápidamente y al poco, era tan brillante y tenía tanta personalidad que atrajo el buen sentimiento de muchas personas. Tantas personas que otros chicos mayores no podían soportar la envidia que le tenían al pequeño, tan querido por el pueblo.

Sin embargo, por muchas zancadillas que el grandullón quiso ponerle el niño creció a fuerza de corazón, alegría, humildad y sencillez. Y con él fue creciendo, a su lado, una afición que no entendía nada más que no fueran Amor por un escudo de trece barras verdiblancas coronadas, y así el niño se hizo Leyenda y su afición con él, Legendaria.

Pero, la leyenda y su afición eran tan hermosas que un dragón quiso aprovecharse de ellas para ganarse así la gloria del tiempo y hacerse millonario. El dragón, ya era muy rico, pero tan avaro y tan miserable que solo quería más y más dinero, sin importar cómo lo conseguía, y sin importarle acabar con la leyenda y su afición.

Y así, poco a poco, sin que se dieran cuenta, a base de engaños, mentiras y falsas promesas, consiguió cegar a las personas para que no advirtieran su propósito. Al principio hasta llegaron a creer que era un Mesías, un Salvador... Pero el tiempo fue despertando, muy lentamente, eso sí, pero despertando al fin y al cabo a la legendaria afición que fue descubriendo las artimañas de la bestia y los oscuros fines que albergaban sus entrañas.

Cada vez eran más los que se atrevían a gritar contra el dragón, aunque el miserable lanzaba sus lenguas de fuego a todo aquel osado que se atrevía a señalarle. Sus mentiras fueron cada vez más viles y su soberbia cada vez más dura y fría. Pero la voz del pueblo avanzaba por el aire y la verdad se fue extendiendo por la legendaria afición y algunos lucharon sin descanso, sin fuerzas, sin apoyos y casi sin esperanzas. Algunos supieron que solo la lucha, aún sin éxito, podría hacerles vencer. Lamentablemente la mayoría de la Legendaria afición se mantenía, por diversas razones, sin hacer nada.

A todo esto, la Leyenda, agonizaba. No en vano, el dragón chupaba su sangre, su energía día tras día, durante mucho tiempo, un tiempo eterno. Llegó un momento en que la Leyenda, quedó tan humillada, tan despreciada y tan maltratada que era irreconocible, incluso para gran parte de su Legendaria afición, que quedó hundida, vacía, sin sentido.

Por ello, cuentan los más viejos del lugar, a partir de entonces se la conoció como la Afición Huérfana, pues quedó sin su entrañable equipo, quedó sin su más querido sentimiento... Sin su Leyenda.

Empero hay otros, viejos sabios, que la cuentan de distinta forma. Su historia habla con crudeza de cómo la Legendaria afición dejó hacer al dragón, cuentan que en su mayoría no plantaron cara a la bestia y permanecieron impasibles ante la agonía y el sufrimiento de su equipo, de su sentimiento, de su Leyenda. Relatan con lágrimas en los ojos, a quién quiera escucharles, la soledad y la impotencia que sintieron cuando intentaron convencer a toda la Legendaria afición que todos juntos podrían con el dragón, que todos a una, que todos juntos valían más y tenían más fuerza que la alimaña. Que el sentimiento y el Amor por su Leyenda vencerían a la avaricia y el amor por el dinero del horrendo dragón.

Estos ancianos, no la llamaron nunca la Afición Huérfana. Ellos la llamaron, muy al contrario,
la Leyenda Abandonada.

13 REINAS VERDIBLANCAS

El Betis va conociendo quién es el Betis.

El club, los que manejan el club, ya si saben quién es el Betis, qué es el Betis y cómo es el Betis.

Este domingo a las 12 horas, el palco del Estadio Benito Villamarín, se vestirá de verde y blanco, más verde y blanco que nunca, porque las 13 socias béticas (13 como las barras de nuestro escudo), más veteranas de la entidad, llenarán de BETICISMO, con mayúsculas la llamada planta noble del estadio, que este domingo si, será más noble que nunca, porque se llenará de auténtica y genuina nobleza BÉTICA, con mayúsculas.

Cuánto han cambiado las cosas, cuando no hace mucho tiempo se renegaba de los auténticos Béticos, del auténtico Betis, Real Betis Balompié, ahora se les honra como merecen, se les homenajea y se les lleva al palco, que es donde deben estar los genuinos y más antiguos Béticos y Béticas.

Se de buena tinta la emoción, la ilusión y el orgullo que están sintiendo las 13 reinas que gobernarán este domingo a nuestro equipo. Y puedo imaginarme, porque tengo la suerte de conocer, no a una, ni a dos, sino a cuatro de las 13 afortunadas, la felicidad que las embargará en la mañana del ya esperadísimo domingo.

Y también se que todo el Beticismo les dedicará una ovación a sus trece reinas, porque ellas representan lo mejor de todos nosotros y de nuestro más que Centenario Betis, fidelidad y amor por nuestros colores, verde y blanco son. Esperemos que los jugadores sepan corresponder como se merecen sus reinas, que son la nuestras a tan especial momento.

13 reinas verdiblancas en el palco... maravilla y gloria...
pero que no nos olvidemos de la reina 14, y la 15 y las siguientes porque aunque ellas no estén en el palco este domingo... reinan nuestro Betis, Real Betis Balompié cada día.

VIVA EL BETIS MANQUE PIERDA, VIVAN LAS REINAS VERDIBLANCAS

42 KM. POR TÍ, BETIS

Domingo, nueve en punto de la mañana del catorce de febrero de dos mil diez: Maratón de Sevilla, vigésimo sexta edición, 42,195 kilómetros. Dos Béticos, “El Ave Verde” y “Camelboy”, vistiendo la camiseta a rayas verdiblancas correrán los 42 kilómetros por ti, Betis.

42 kilómetros con tu escudo pegado al pecho, Betis, rozándonos la piel a cada zancada, sintiéndote no sólo en la mente y en el corazón, sino en la piel, Betis.

42 kilómetros pensando en ti, Betis, en tu más que Centenaria Historia, en tus triunfos, en tus fracasos, en tus alegrías y en tus penas. Pensando en tu afición, los Béticos y Béticas, el Beticismo, porque ellos y ellas son el Betis y tú, Betis, eres y estás en todos ellos.

42 kilómetros sudando tu camiseta, Betis. Esa camiseta que humilla más de uno cada domingo porque no sabe lo significa llevarla. Esa camiseta por la que muchos, la mayoría de los Béticos daría media vida por poder defenderla en el césped. Esa camiseta, Betis, la tuya, la mía, la nuestra.

42 kilómetros por las calles de Sevilla, Betis, de tu ciudad. Porque no hay nada más sevillano que tú, Betis. Por ello, pasearemos tus colores por los barrios de tu Híspalis, partiendo del Estadio de la Cartuja, donde ya has jugado, Betis, pasando por la puerta de tu casa, allí al final de la Palmera y volviendo al punto de partida por Triana, que siempre fue tuya, Betis.

42 kilómetros contra el reloj, Betis. Ese maldito reloj que nunca da la hora de tu libertad, Betis. Nosotros correremos contra el reloj, contra el tiempo, correremos por ti, a ver si adelantamos el tiempo, a ver si el reloj corre más deprisa y termina ya, por fin, el tiempo de tu secuestro. Que 42 kilómetros corriendo se hacen largos y muy duros, Betis, pero 18 años sin ti se hacen eternamente insoportables.

42 kilómetros con el vello de punta, emocionados, pensando que te representamos, Betis. Te representamos porque somos Béticos y por tanto somos Betis, te representamos porque la camiseta a rayas verticales verdes y blancas con el escudo de trece barras coronadas irá con nosotros, te representamos porque todo aquel que nos vea pasar pensará en ti, porque los Béticos y las Béticas gritarán “VIVA EL BETIS” a nuestro paso y porque los que no te sientan dentro te envidiarán por ser tan grande y por estar presente siempre y en todas las circunstancias aún en los momentos más difíciles de tu más que Centenaria Historia.

42 kilómetros sacando fuerzas de flaqueza, Betis. Habrá momentos en los que nos sentiremos desfallecidos, nos dolerán los músculos, se nos pasará por la cabeza parar, pero no, no pararemos. Igual que tú, Betis, que sufres la flagelación de los que te malgobiernan, igual que tu no paras, ni desfalleces porque siempre habrá un Bético o una Bética que te sentirá dentro, igual que tú, Betis.

Domingo 14 de febrero de 2010, maratón de Sevilla... 42 kilómetros por ti, Betis.

El Ave Verde
Camelboy

MARATÓN 2010, CRÓNICA EN VERDIBLANCO (2ª PARTE)

(continuación)

... Y sonó el disparo de salida, dejamos el estadio atrás y miles de corredores luchaban por cumplir un sueño, un reto, cubrir los 42.195 metros corriendo por sí mismos, por que sí. Entre ellos Camelboy y el Ave Verde corrían por tí Betis, que es igual que decir que corrían por sí mismos.

En el kilómetro 10 cruzamos el puente de la Barqueta para entrar en Sevilla de verde, blanco y verde y ya no dejaríamos de escuchar gritos de aliento, gritos de ánimo, todos con un mensaje para tí, Betis: “Musho Betis”, “Viva el Betis”, “Manque Pierda siempre”. Cada grito, cada palabra de aliento nos daba fuerza para cien, para doscientos, para trescientos metros más, y así iban pasando los kilómetros hasta llegar al 29 donde se encuentra tu casa, Betis, al final de la Palmera.

Y allí, en la puerta de tu casa, que es la mía, me dio por primera vez mi talismán, una bandera, la cual porté durante varios kilómetros antes de devolverla en Triana. Era difícil correr con una bandera, no ya por el peso en sí, sino porque el brazo donde la cargaba dejaba de moverse y no podía hacer el movimiento natural del cuerpo al correr. Este detalle que puede parecer nimio, tras treinta y tantos kilómetros en el cuerpo se hace muy importante, por lo que en la Avenida Ramón de Carranza, devolví la bandera para que me la volvieran a pasar en el kilómetro 39 – 40, cuando atravesaba de nuevo y en sentido contrario el Puente de la Barqueta.

Desde allí, entraría en el estadio con una bandera que rezaba:

VIVA EL BETIS 
MANQUE PIERDA
¡¡¡ LOPERA VETA YA !!! 
MANQUE GANE

Así, tras poco más de tres horas y media cruzamos la meta el Ave Verde y Camelboy. Tras cruzar la línea unos reporteros de Giralda TV me pidieron unas palabras para explicar el porqué de la bandera, el porqué de correr con la camiseta del Betis, Real Betis Balompié.

La respuesta es sencilla...

“por el orgullo de ser Bético... en cualquier circunstancia”

P.D.: El enlace para ver el vídeo es:


http://www.youtube.com/watch?v=TxXVFeNWT_k&feature=player_embedded

y También:

http://pbetica15j.activosforos.org/t321-maraton-verdiblanca-2010-video

MARATÓN VERDIBLANCA 2010 (1ª PARTE)

Y llegó aquel 14 de Febrero, amaneció una mañana fresca, pero no fría, húmeda, pero no lluviosa. A las 6:30 de la mañana sonó el despertador, había que comer dos horas antes de la salida para no tener problemas con el estómago durante la carrera: un plato de arroz integral con atún, un zumo de naranja y un plátano, es decir hidratos, vitamina C, azúcar y potasio, lo imprescindible para lo que vendría después.



La ropa, preparada desde la noche antes, esperaba paciente el ritual de vestirse para el reto: camiseta a rayas verdiblancas, el escudo de las trece barras coronadas en el pecho, la camiseta del Centenario con los nombres de todas las Peñas detrás, aunque tristemente no aparece la mía, la Peña Bética 15J, en aquel entonces aún no existía.

Los habituales nervios previos a la carrera hacen que visite el baño un par de veces antes de coger el coche y dirigirme al estadio de la Cartuja. Cuando salgo a la Autovía Sevilla-Huelva el “bocao” en el estómago se va haciendo notar cada vez más, por la SE-30 ya se ve a los lejos el estadio y los vellos del brazo se empiezan a poner de punta, cada vez queda menos. Aparco en los aledaños de la Cartuja, el ambiente es emocionante, corredores de todas las edades, de todas las hechuras, de todos los lugares (muchísimos portugueses por cierto, con una gran hinchada de familiares venidos del país vecino en las gradas), todo el mundo se desea suerte para la carrera, no hay sentido de competición, más bien hay sentido de compañerismo, casi de hermandad entre los participantes. Unos trotan para calentar piernas, otros bromean y ríen entre ellos, muchos están embadurnándose de vaselina, las axilas, los pezones, la parte interna de los muslos, cualquier lugar del cuerpo susceptible de ser rozado y sangrar por el rozamiento con la ropa, otros muchos estiran piernas, troncos, espalda, cuello y brazos para evitar lesiones de última hora.

Ya dentro del estadio el ambiente se hace más intenso, camisetas, calzonas, calcetines y zapatillas de todos los tamaños, modelos, calidades y colores. Entonces llega el momento de quitarse la ropa de abrigo, el chandal, la sudadera..., en cuanto aparece la camiseta del Betis, las miradas se multiplican a mi alrededor,“que buena camiseta lleva...”, “¡Musho Beti!”, “quillo, esa camiseta tiene que llegar a la meta, ¡eh!”. La piel de gallina me dice que esas simples palabras me estimulan mucho más de lo que piensan quienes las dicen... y es que van dirigidas y están causadas por la camiseta de mi Betis ¡Qué grande siempre y en cualquier circunstancia!.

Al poco, encuentro al “Ave verde” en los pasillos interiores de la pista, lo veo hablar con uno y con otro, la gente lo para, lo anima..., lleva la camiseta de tres rayas verdes más gruesas de lo normal en verdiblanco, pero además lleva a la espalda el número 3 y el nombre de Gordillo, casi ná. Nada menos que su tercera Maratón y vestido de verdiblanco, que arte más grande, no se puede tener más estilo vistiendo y corriendo. Le gritan:“Gordillo cuantas tardes de gloria me has dao mi arma”. Sí, algún despistado lo confunde con el propio Gordillo, ¡Lo que hace una camiseta del Betis! No en vano, esa camiseta va a ser posteriormente una de las más animadas a lo largo de toda la Maratón y es que el nombre de Gordillo y la camiseta del Betis juntas es algo difícilmente superable. Imposible de superar, sin duda.

Salimos a la pista, la gente nos sigue saludando y dando ánimos, encontramos que hay dos corredores más con la camiseta verdiblanca. ¡Qué grande es nuestro Betis! nos deseamos suerte, son casi las nueve en punto y la Maratón va a comenzar, el reto estaba ante nosotros... Qué orgullo es ser Bético, en cualquier circunstancia.

42 kilómetros por tí, Betis.

sábado, 12 de marzo de 2011

EL BETIS ESTÁ MALITO

Hace unas semanas, andaba por el centro de esta ciudad que baña el río de aguas verdiblancas llamado Betis, cruzaba por una sevillanísima plaza de un sevillanísimo barrio, y allí, en el mismo centro observé como jugaban a la pelota, porque en esta ciudad siempre se dijo jugar a la pelota y no jugar al fútbol, cinco chavales.
Crucé por la plaza, por un lateral de la misma, intentando no molestar el "partido" que jugaban estos niños. De pronto el juego, no se porqué, paró y empezaron a discutir:

Un chico de unos nueve años, moreno, alto y delgado, vestía la camiseta del Barcelona, parecía el mayor de todos ellos y es el que mantenía en su poder la pelota, entre el brazo y la cadera izquierda. A su derecha un chico rubio despeinado, aún más delgado y un poco más bajo, con una camiseta blanca bastante vieja, debía tener también ocho o nueve años. A la izquierda del primero quedaba otro, diría de unos ocho años, con una camiseta roja del otro equipo de la ciudad, más ancho que los dos anteriores, aunque sin llegar a estar gordo, con el pelo corto y una melenita en la parte de la nuca. Más a la izquierda, el penúltimo chico, más bajito y más redordete, éste sí, pelo corto moreno y vistiendo el chandal del colegio, tendría unos seis o siete años. Y por último, el menor de todos ellos, un chaval al que los demás le sacaban una cabeza el que menos, pelo castaño claro rizado, una barriguita, la cual sin estar gordo, dibujaba una línea curva, curva que trazaba perfectamente la camiseta a rayas verdes y blancas muy ceñida al cuerpo que llevaba puesta, siendo evidente que se la habían comprado hacía tiempo y ya se le iba quedando pequeña, era la camiseta del centenario verdiblanco.

El de la camiseta del Barcelona llevaba la voz cantante y les decía a los otros:

- Yo como soy del Barcelona, voy a ganar, porque el Barcelona siempre gana

Los demás callaron, no se si porque le daban la razón o porque al ser el más grande no se atrevían a discutir con él. Todos, menos el más pequeño, el chaval con la camiseta del Centenario Bético le dijo:

- Hombre claro, porque eres el más grande y corres más, por eso ganas, si yo fuera el más grande de "tos" nosotros ganaba yo

El primero, quedó sorprendido un par de segundos por la respuesta, o quizás le sorprendió más de quién venía la respuesta. Al poco reaccionó y le contestó:

- Yo gano porque el Barcelona siempre gana, ¿o no sabes que el año pasado ganamos todos los títulos del mundo? ¡todos los títulos del mundo!. Y el Betis no ganó nada y encima bajó a segunda... jajajaja

Y rió a grandes carcajadas buscando con la mirada a los demás. El chico con la camiseta del Sevilla se unió rápidamente a sus risas y añadió - Anda que no, el Betis a segunda, jajajaja -
El niño que vestía el chandal del colegio, reía también con ganas y asentía. Mientras que el chico rubio más delgado con la camiseta blanca, bajaba la cabeza, sensiblemente avergonzado y callaba.

Sin embargo el pequeño Bético no bajó la cabeza, sino que, alzando la voz enumeró:

- El Betis ha ganado dos copas del Rey y una Liga y ha ido a la "shampion lig"

El de la camiseta del eterno rival le preguntó, riendo y con mala idea:

- ¿y eso cuando fue? no hace tiempo de eso, si tú no las visto siquiera...

El Bético gritaba - ¿que no? ¡YO NACÍ EL AÑO QUE EL BETIS GANÓ LA COPA EN EL 2005, "PA" QUE LO SEPAS!

El barcelonista, el sevillista y el chico del chandal seguían riendo - jajaja, no hace tiempo de eso - le decían - tú no lo viste porque no veías ni la tele entonces.

El niño rubio con la camiseta blanca no levantaba la cabeza, no decía nada, solo se sonrojaba. Sin embargo el pequeño Bético, enrojecía sí, pero de furia y les gritaba:
- ¡YO ME ACUERDO "MU" BIEN, PORQUE ME "LA CONTAO" MI PADRE Y MI ABUELO JOSÉ MUCHAS VECES"

Y el culé insistía: ¿y el año pasado que ganó el Betis?
Y el sevillista insistía: no gano "na" porque bajó a segunda y lo echaron de la copa, jajaja.
Y el del chandal hablaba por primera vez - y este año no va a subir a primera tampoco, jajaja

El pequeño Bético, rojo de ira, con lágrimas de indignación asomando de sus ojos gritó. Pero no fue un grito de protesta, no gritó con la garganta, fue un grito de dolor, un grito que salió del mismo corazón:

- ¡ EL BETIS ESTÁ MALITOOO !

A mí, que simplemente pasaba por allí y escuchaba la conversación por casualidad, se me pusieron los vellos de punta. No pude por menos que pararme y observar como seguía aquello, sorprendido por el grito del pequeño Bético.

Tan sorprendido como yo quedaron los otros cuatro niños que se quedaron mirando al chaval de verdiblanco, éste quizás también sorprendido consigo mismo o no esperando el efecto que había causado repitió

- ¡ EL BETIS ESTA MALITO! - fue un grito menor, mirando a los ojos de los otros, como tratando de decirles que no debían juzgar el Betis de esta año, ni del pasado, porque tenía una enfermedad, porque no era el Betis sano, no era el Betis de siempre.

Hubo un silencio realmente conmovedor... Entonces el chaval rubio con la camiseta blanca y vieja reaccionó, se dirigió al pequeño Bético y poniéndole una mano en el hombre le dijo:

- Vámonos "pa" casa Álvaro, esta gente no sabe lo que es el Betis.

Y cogiéndolo de la mano, fueron alejándose del resto. A los pocos pasos, el pequeño Bético aún se volvió y repitió por tercera vez:

- ¡El Betis está malito! - No fue un grito, fue una explicación, como queriendo hacerles saber qué es el Betis... Ya estaba todo dicho.

Yo me quedé unos pocos segundos más parado, con un profundo nudo en la garganta. Cuando reaccioné me di cuenta que, involuntariamente apretaba con todas mis fuerzas el asa del maletín de mi ordenador portátil que cargaba en la mano izquierda.

Comencé a andar de nuevo y miré a la esquina por la que ya desaparecían de la plaza los dos hermanos béticos y mientras los veía doblar la esquina no pude dejar de pensar cuanta verdad había en esos dos chavales.

"EL BETIS ESTÁ MALITO"

¿Cómo se puede explicar mejor el proceso de alienación al que ha arrastrado Lopera al Betis y que ha llevado al Betis a la situación actual? Se podrá definir y contar en más palabras, pero pienso que no se podrá expresar con mayor claridad. El Betis, Real Betis Balompié está enfermo y solo el que es Bético lo entiende y sabe qué es el Betis. Como dijo el hermano mayor: los demás, "esta gente, no sabe lo que es el Betis".

(A todos los niñ@s Bétic@s que sufren y sienten a diario la "enfermedad" actual de nuestro Betis).


EL TRÉBOL PERDIÓ UNA HOJA

El trébol perdió una hoja... quizás la más débil.

En la ciudad del Betis, barrio de Heliópolis, al final de la Avenida de la Reina Mercedes a la derecha, las casas baratas, calle cinco. Allí, en pleno corazón del arrabal verdiblanco, el seis de octubre de dos mil nueve, a plena luz del mediodía.

Allí, el trébol perdió una hoja... tal vez la más débil.

Trébol de cuatro hojas de verde Betis y del verde de la Señora Esperanza, Esperanza Macarena, su Macarena. Macarena que ella reconocía en todas las Vírgenes porque para ella solo había una. Ahora ya está con la Señora Esperanza, ya está a su lado, porque el trébol perdió una hoja que cayó en el cielo, en el regazo de su Macarena.

El trébol perdió una hoja... posiblemente la más débil.

Trébol de cuatro hojas de verde Betis unidas toda una vida, muchos años. Años de hambre, años de guerra y de posguerra, años de risas y llantos, años de abrazos, besos y también de riñas y discusiones. Años de una vida común, en una casa común, en Heliópolis, ciudad del sol, sol que siempre dio luz y alimento a las cuatro hojas del trébol.

Ese trébol perdió una hoja... podría ser la más débil.

Trébol de cuatro hojas de verde Betis que el tiempo no perdonó en su caminar. La sonrisa eterna ya no recibirá a los sobrinos y a los hijos de los sobrinos en su butaca al lado del televisor, ni tan siquiera en el zaguán, zaguán plagado de macetas pintadas de verde Betis, como el trébol.

El trébol perdió una hoja... seguramente la más débil.

El trébol perdió una hoja... quizás, tal vez... la más débil.

Descanse En Paz, Amén.

YO VOY A SER JUGADOR DEL BETIS

Cuando sólo era un niño, Lolo, tenía claro lo que quería ser de mayor. Criado en el barrio de Heliopolis, desde pequeño había mamado, vivido y sentido el sentimiento verdiblanco, probablemente, incluso antes de nacer. Entró en la cantera Bética desde benjamines y pasó por todos lo escalafones deportivos del club de las trece barras verdiblancas coronadas. No era un crack, para que negarlo, no tenía la calidad de otros compañeros, nunca jugaría un mundial, ni llegaría a la selección española, sin embargo, todos sus compañeros y todos sus entrenadores admiraban el tesón, la dedicación y el coraje que derrochaba en el campo. No importaba nada más, él solo anhelaba vestir la camiseta verdiblanca en el estadio de Heliopolis.

- Lolo, Lolo... Lolo despierta que ya es hora de levantarse, que hay que ir al cole – El niño abrió despacio sus ojos, aún húmedos y excitados.
- ¿Al cole mamá?
- Claro, hoy es tu primer día de cole, ¿no te acuerdas?

Lolo, se queda mirando a su madre, recordó un domingo por la tarde vivido momentos antes y muy serio, fijando la mirada en su madre, contesto:

- Mamá ya sé lo que voy a ser de mayor, yo voy a ser jugador del Betis.

(A todos los que soñaron lo mismo alguna vez,
y a todos los que lo soñarán.)


Un viernes el entrenador del primer equipo lo llamó en la ciudad deportiva:
- Lolo, prepárate, que mañana entras en la convocatoria. – Lolo se quedó mirando al mister sin decir nada, sin mover un músculo, por unos segundos su corazón dejó de latir, o eso le pareció a él.
- ¿Me has oído, chaval? – Le espetó el entrenador, viendo que no decía nada. Por fin, Lolo volvió a respirar y reaccionó: - Si, si, mañana –

Pero él no estaba allí, su mente lloraba y su corazón temblaba de emoción, de orgullo, de alegría, pero también de miedo, miedo por la responsabilidad que aquello significaba. Poco después pensaba de que forma le daría la noticia a sus padres, a sus tías, a sus amigos de siempre, a la gente del barrio, como les diría que el domingo estaría en el banquillo, de suplente, pero en el banquillo del Betis.

El fin de semana pasó muy lento, porque deseaba con ansía que llegara la hora del partido. Pasó la concentración con los compañeros y llegó el momento de ir hacia el estadio de Heliopolis, allí en el arcón de sueños verdiblancos, al final de la palmera.

Llegó el momento de vestirse la camiseta a rayas verdes  y blancas y la emoción iba en aumento. Y creciendo aún más cuando pisó el banquillo, y cuando se sentó, y cuando empezó el partido. Y aumentaba todavía más, aunque Lolo pensara que no podía ser posible sentir más, cuando terminó el descanso y comenzó la segunda mitad. Y sobretodo, en el momento en el que el mister le dijo a los quince minutos del segundo tiempo que saliera a calentar. Le temblaban las rodillas cuando se levantó del asiento, pero al pisar el verde césped de la banda y empezar a calentar los temblores desaparecieron.

Mientras calentaba y estiraba los músculos miraba la grada, a los Béticos y Béticas, miraba a voladizo donde estaba toda su familia y donde hoy había un asiento libre, el suyo. Mientras calentaba recordó los años en campos de albero, tierra y piedras, mientras calentaba... Lo llamaron desde el banquillo:

- ¿Yo? – Preguntó señalándose a sí mismo con la mano derecha.
- Si tu, Lolo, venga que queda muy poco y vamos cero a cero, chaval. –

Saltó al campo en el minuto setenta y tres de juego, aunque más que saltar, más que correr, flotaba por el césped, estaba en una nube, durante unos instantes sintió volar, así pasaron cinco minutos, diez, y poco a poco bajó a la tierra, era jugador del Betis, había que darlo todo.

Se metió en el partido, pidió la pelota, la buscó, la luchó sin mucha fortuna... hasta que en el minuto 87 un compañero le pasó el balón al borde del área, Lolo vio el hueco, se preparó y chutó a puerta con todas sus fuerzas, con toda su alma, con toda su sangre verdiblanca y...

¡¡¡ GOOOOOOOOOOOOOOL !!!

Corrió con el corazón encogido, grito y chilló con el alma a punto de escapar de su cuerpo, levantó los brazos al cielo donde estaban los Béticos y Béticas del cuarto anillo, se fue a la grada con los suyos, abrazó a los compañeros que venían a celebrar el tanto, la Gloria existía y se situaba en Heliopolis aquella tarde de domingo.

El Partido terminó a gritos de ¡¡¡ BEEETIS, BEEETIS, BEEETIS !!! y luego a gritos de ¡¡¡ LOOOLO, LOOOLO, LOOOLO !!!...

- ¡Lolo, Lolo... Lolo!